“Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”  Mateo 25: 5-6

El lenguaje de inminencia respecto a la venida Cristo o a la llegada del “Día del Señor”, es una tónica indiscutible en la predicación de los profetas del Antiguo testamento y en los discípulos de Cristo en el nuevo testamento. Ambos grupos hablaban de la proximidad del cumplimiento de los hechos futuros, y conforme a ello,  era la urgencia del llamado al arrepentimiento. El propio Señor Jesucristo comienza su ministerio diciendo:

“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” Mateo 4: 17b

La venida de Cristo marca el término de un tiempo y el comienzo del “último tiempo” (Hebreos 1:1, 1 Juan 2: 18), por eso, el llamado a observar a la inminencia. El que Jesús haya dicho “…el reino de los cielos se ha acercado” estaba confirmando aquel carácter de urgencia y de proximidad del cumplimiento de las profecías dichas con anterioridad por los profetas.

No obstante, como suele ocurrir, las profecías bíblicas son descuidadas o menospreciadas por los hombres; por lo tanto, se repite la historia, y el llamado a la inminencia se va diluyendo hasta desaparecer. El pueblo de Dios, que tal vez en algún momento esperaba pacientemente el cumplimiento de las promesas hechas por Él, se cansó de esperar a tal punto de olvidarlas. Esta es la enseñanza que trae consigo la afamada parábola de las “diez vírgenes”.

Para entender el significado de las “diez vírgenes”, es muy importante considerar la historia y la cultura de Israel;  y en particular, la celebración de las bodas. Cada simbología, forma y práctica que los judíos tenían, nos entrega directrices claras para una correcta comprensión e interpretación. Por lo tanto, lo primero que debemos entender es que las vírgenes eran parte de la celebración de la boda; cada una portaba una lámpara como lumbrera que guiaba el camino del esposo, quien regresaba sin previo aviso para consumar aquella definitiva unión a su esposa, la que a su vez   esperaba pacientemente su regreso para ser llevada a las moradas que su amado esposo ya había preparado previamente. Como no recordar lo que el propio Señor Jesucristo enseñó:

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” Juan 14:2-3

En este texto hay mucha enseñanza. Primero, el esposo iba a preparar lugar para su esposa en la casa de su padre. Segundo, el esposo regresaba sin previo aviso. Tercero, el esposo volvía a buscar a su esposa (“a sí mismo” – “una sola carne” Comp.  Gen. 2:24b) Cuarto, el esposo se unía a su esposa para siempre. Ahora bien, el regreso del esposo siempre fue considerado con un carácter de inminencia. La esposa tenía que estar velando porque el esposo ya estaba de regreso.

La palabra original para la frase del Señor Jesús: “vendré otra vez” es “ERCHOMAI” (ἔρχομαι) que traducida literalmente significa “Estoy viniendo”, lo que evidentemente encierra aquel carácter de proximidad, cercanía o inminencia, del cual se hace énfasis en este artículo.

Las vírgenes y obviamente la esposa, debían estar en permanente vigilia porque el esposo ya regresaba. Ellas debían recordar cada momento que él había prometido que volvería; y esa debía ser la esperanza viva que las mantendría despiertas. Pero como bien sabemos, la biblia enseña en la parábola que las diez vírgenes que: 1) vieron que el esposo tardaba en venir. 2)  las diez vírgenes cabecearon. 3) las diez vírgenes se durmieron (Note que las diez se durmieron).

Sin duda, la enseñanza de la parábola de las diez vírgenes presenta una sola perspectiva, cual es, permanecer vigilando ante el inminente regreso del esposo. Y esta enseñanza está primeramente destinada al pueblo de Israel, pero también es perfectamente aplicable a la iglesia. Es decir, ambos pueblos con un lenguaje y perspectiva de inminencia del cumplimiento de las profecías. Es importante considerar que El Señor entrega más ejemplos con la misma perspectiva;  como la advertencia  de aquel “mal siervo” el cual dirá: “mi señor tarda en venir” (Lucas 12:40-46).

Cuando el pueblo de Dios abandona la predicación de la inminencia, por consecuencia deja de velar, cabecea y termina durmiéndose tal cual las diez vírgenes. Eso es lo que justamente contemplamos el día de hoy. Vemos una cristiandad profundamente adormecida porque ha considerado que “el esposo tarda en venir”.  Por consiguiente, la perspectiva cambia diametralmente; de una enseñanza peregrina, se ha pasado a una idea institucional o terrenal,  arraigada a este mundo y sus intereses. No en vano El Señor anticipó que la característica de la humanidad en el último tiempo, previo a su segunda venida, sería aquella en que “comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban” (Lucas 17:28), lo que evidentemente nos habla de una perdida absoluta del carácter peregrino o celestial. Conozco a un hombre que dijo: “estamos viviendo la hora undécima caracterizada por el sopor del pueblo de Dios; que hace muchas cosas y tiene grandes proyectos, pero al final, todo es parte de un sueño profundo que no le permite entender los tiempos ni velar ante el inminente regreso de Su Esposo”

Sin embargo, Dios que es rico en misericordia, trae consigo “el llamado de medianoche”. La biblia dice: “Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”. Esto me recuerda mucho la enseñanza de Pablo cuando en el mismo llamado a la inminencia dice:

“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” 1 Tesalonicenses 4: 16a

“en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta” 1 Corintios 15: 52a

Ambos pasajes hablan de una alerta ante el inminente regreso del Salvador. Pablo usa el lenguaje marcial de la voz de mando, de arcángel y el clásico toque de trompeta. Esto encaja  en una plena armonía con la predicación del profeta del antiguo testamento que usando el mismo y  puro lenguaje de inminencia decía:

“Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano” Joel 2:1

Amados hermanos, la predicación del evangelio siempre tuvo un carácter de inminencia ante el cumplimiento de las promesas hechas por El Señor. Él prometió que volvería y ciertamente volverá. Nosotros debemos cumplir su imperativo de anunciar el evangelio con esta misma perspectiva.

Sí. Somos luz del mundo y sal de la tierra, pero eso no significa que pretendamos cambiar lo que la misma profecía anuncia para los tiempos finales. El evangelio eterno es para salvación eterna a todo aquel que cree en Jesucristo como su Señor y su Todo Suficiente Salvador (Juan 3:16).

Sí. Debemos cumplir nuestros deberes y obligaciones en este mundo, pero siempre con la perspectiva y la esperanza del inminente regreso de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos ayude a estar velando,  y nunca pensar que Él tarda en venir. Que así sea. Amén. Sí, ven Señor Jesús. Maranata.

 

PEL 10/2017

Categorías: Estudio

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