“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” 2 Corintios 5:21


Este es uno de los tantos textos que nos enseña la bendita doctrina de la sustitución. El que un inocente pague por el culpable, es un concepto de justicia que no parte de cánones humanos, sino que exclusivamente de Dios.

La palabra justicia significa dar a cada uno lo que merece. Si alguien infringe la ley, merece ser castigado. Sin embargo, este precepto humano y terrenal, es solo una débil figura frente a la colosal columna de la justicia de Dios.

No hay nada que pueda hacer o deje de hacer el hombre, para agradar y satisfacer plenamente la justicia de Dios. El agrado y complacencia del Padre solo puede reposar en la obra que realizó Jesucristo en la cruz. El fue aquel sustituto que murió en lugar del pecador.

En los albores de la creación, ya se deja ver esta maravillosa doctrina. Una vez que el hombre peca y su desnudez queda al descubierto, todo intento de justicia humana queda anulada frente a la justicia de Dios. El hombre pretende ocultarse de Dios y cubrir su desnudez con delantales de hojas de higuera, pero El Señor quita esos impresentables vestidos y les hace túnicas de pieles para cubrirles.
“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” Génesis 3:21
Siempre se ha considerado que este texto revela por primera vez a un sustituto inocente que es sacrificado en lugar del culpable. Así es; Dios toma pieles de un animal que no tenía arte ni parte con el pecado, pero que de acuerdo a la justicia divina, vino a ser el sustituto inocente que aplacaría la ira santa de Dios, sin duda, un hermoso tipo de Cristo quien siglos más tarde muere en la cruz por nosotros.

La Biblia presenta abundantes pasajes que expresan la idea de que Dios recibe el sacrificio de un sustituto inocente muriendo en lugar del pecador. Los continuos holocaustos y ofrendas para expiar los pecados del pueblo, no podían prescindir del sacrificio de animales inocentes para perdón de las transgresiones del hombre. Ciertamente, todos y cada uno de estos sacrificios, solo eran sombras, figuras y emblemas de lo que Cristo, nuestro sustituto, realizó en la cruz del Gólgota.

Amados hermanos, ¡Qué grande es el amor de Dios! Nosotros merecíamos el castigo eterno, pero hubo alguien que murió en nuestro lugar. ¡Aleluya!
Gracias sean dadas a Dios por nuestro bendito y eterno Sustituto destinado desde antes de la fundación del mundo para morir en lugar de nosotros pecadores.

PEL2007

 

 

Categorías: Devocional

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