Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. 2 Corintios 13:5


Examinarse a sí mismo mirándose en el fiel espejo divino de las sagradas escrituras, es el ejercicio que nos ayudará a saber si realmente estamos en la fe, es decir, si realmente hemos nacido de nuevo; o si solo somos parte de una religión y nada más. No olvidemos que la biblia enseña que “hay camino que al hombre le que parece derecho, pero su fin es camino de muerte (Proverbios 14:12).

Hay tantas situaciones y experiencias que se atraviesan en este largo peregrinaje, que a veces se llega a esta pregunta: ¿Cómo confirmamos si realmente hemos nacido de nuevo, y que no somos solo parte de una impuesta rutina religiosa; o parte de una actividad llena de supersticiones y de una vida moral y cívicamente correcta? Nunca será impertinente detenerse, y tal cual Pablo se los decía a los Corintios, “examinarnos a nosotros mismos si estamos en la fe”. ¿Hacemos las cosas porque “debemos” o porque realmente “queremos” hacerlas?

Al ver personas que llevan años en congregaciones, y verles sin fruto y sin discernimiento, y es más; con actuaciones y un testimonio que deja mucho que desear, ciertamente es motivo de hacerse estas preguntas tan importantes y trascendentales: ¿estamos en la fe? ¿Hemos nacido de nuevo?

La verdad que debemos distinguir entre un hermano “niño” en el Señor, a un cristiano o miembro de una iglesia que demuestra más una evidente atrofia en su crecimiento. Lo normal es que un “niño espiritual” crezca, madure y comience a actuar como “adulto” en Cristo. Discerniendo el evangelio y siendo referente para su propia familia, a la iglesia y a su entorno. Pablo dice:

“…para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” Efesios 4:14

Aquel que se alimenta de La Palabra de Dios, dejará de ser “niño fluctuante”; débil y vulnerable ante el viento y la fuerza del error y del engaño. Pablo dice que hay hombres que astutamente emplean “las artimañas del error”. Ciertamente los “niños espirituales” son frágiles y muy proclives a ser llevados por el viento del engaño, por tal razón, los tales deben nutrirse para crecer y dejar de ser niños. La labor del maestro es enseñar las santas escrituras, y la labor del discípulo es aprender con diligencia y apreciar a quien le instruye (Gálatas 6:6). Si esto último se cumple, entonces el “niño” crecerá y estará apto para servir a sus hermanos en la iglesia.

Sin embargo, es muy frecuente ver a muchas personas, a veces fieles en las iglesias, pero que evidencian que no han crecido, ni en el conocimiento ni en la gracia de nuestro Señor Jesucristo, tal como lo manda La Palabra del Señor (2 Pedro 3:18). Tan solo basta con preguntarles sobre su propia salvación en Cristo, y tristemente se revela que ellos no saben que responder. Eso sí que es realmente alarmante y preocupante. Porque no es normal que una persona asista regularmente a una iglesia, sin evidenciar crecimiento y frutos. La biblia nos enseña que debemos mostrar testimonio, frutos y evidencia de que estamos en la fe.

“Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” Santiago 2:18b

Ahora mismo me pregunto, ¿Cuántas personas hay en las iglesias grandes o pequeñas, y que no han nacido de nuevo? ¿Por qué ellos asisten a una iglesia? El asistir regularmente a una iglesia, participar en alguna actividad, el tener algún cargo, etc., no es garantía de ser un verdadero hijo de Dios. Esa es la alerta que desea sonar en este artículo, y que pretende responder la pregunta inicial ¿Por qué asisto a la iglesia?, observando los siguientes puntos:

  • Porque mis padres me lo imponen.

Quizás esta es la razón más frecuente. Lo hijos van obligados. Es comprensible que quienes somos padres creyentes, anhelemos que nuestros hijos también lo sean. Aquellos que   por la gracia de Dios hemos nacido de nuevo, sabemos que no hay mayor tesoro o herencia que podemos dejar a nuestros amados hijos, que el bendito evangelio de salvación y vida eterna en Cristo Jesús. El perdón de todos nuestros pecados y la justificación lograda por Cristo, mediante su muerte en la cruz del Gólgota, y su resurrección, es lo más grande que podemos legar a nuestros hijos.

Por tal razón, muchas veces ocurre que los hijos asisten a la iglesia por una imposición de sus padres. En eso no hay nada que reprochar, ya que los padres deben buscar la sujeción de sus hijos mientras sean menores de edad y dependientes. La esperanza de que los hijos puedan oír el evangelio y que puedan ser abiertos sus corazones para salvación, es lo que alienta a los padres a llevar a sus hijos a la congregación.

Pero llegará el día en que los propios hijos se han de preguntar ¿Por qué asisto a la iglesia? Y nuestro deseo es que no sea porque sus padres les han impuesto hacerlo, sino que voluntariamente quieren ir,  debido a que se evidencia que han nacido de nuevo. Lo que no significa perfección plena, pero sí una nueva manera de pensar y de actuar; es la evidencia de la conversión y de comprender el evangelio.

Lo peor de este punto, es tratar de forzar a nuestros hijos a “ser creyentes”. Si ellos no nacen de nuevo, no pueden entender el evangelio ni querrán nada de lo que Dios enseña en su Palabra. Si a pesar de esto, insistimos en forzarlos, quizás “fabriquemos un creyente” convencido, pero no convertido. Tal vez se bautice y asista regularmente a las reuniones; porte una biblia y cante himnos, etc., pero finalmente se descubrirá que todo aquello era producto de su propio esfuerzo de obediencia religiosa; de compromiso impuesto por su madre o padre, pero nunca será fruto de la legítima conversión.

  • Porque tengo amigos en común.

Una de la razones de algunos que se asisten a la iglesia, es ver a sus amigos. Esa es la razón del porque que permanecen largo tiempo en congregaciones, pero sin ver crecimiento y madurez. El solo ver a sus amistades y compartir con ellas socialmente en el local de reunión es lo que los motiva. El estudio de la Palabra de Dios y su insistente llamado a la obediencia y a la consagración, siempre será la piedra de tope para personas que viven en esta perspectiva sostenida solo por una amistad natural.

Este es el gran riesgo y peligro cuando la amistad entre personas no está basada y sustentada en la comunión. Como bien sabemos, la comunión a la cual la biblia nos llama a perseverar (Hechos 2:42), solo se logra sobre la base de La Palabra de Dios, y nunca puede sostenerse en una mera amistad natural con personas de intereses afines. Es más, este tipo de amistad crea división y parcialidad en la iglesia a tal punto, que toda vez que sea necesaria la amonestación, reprensión o disciplina dentro de la iglesia, prevalecerá la fidelidad de aquella amistad natural que se nutre de un amor también natural (no bíblico), pero con un rechazo inalterable a aceptar fielmente la verdad que presenta la infalible Palabra de Dios. Es decir, la amistad natural se sobrepone a la verdad de la biblia.

Muchas veces la iglesia ha pasado a ser, de un lugar en donde los oyentes se van a nutrir de la Palabra del Señor, a un salón de reunión social donde las personas conversan acerca de sus vivencias seculares, de sus proyectos personales y de vanidades, sin observar ninguna evidencia de conversión. En otras palabras, son personas naturales con buen estilo de vida; que no beben, que no fuman, etc., pero que no han nacido de nuevo. De este estereotipo de cristianos están llenas las iglesias. Tristemente se observa que estas personas buscan iglesias como fuente de relaciones humanas y sociales con un barniz cristiano para enmascarar la frivolidad de sus intereses puramente terrenales. Una vez que las amistades dejan de serlo, entonces se acaba el interés por asistir a la iglesia.

  • Porque toda mi familia siempre ha asistido a una iglesia.

Esto habla de la tradición de ser evangélico. Tan igual como los católicos, muchos que conforman la llamada iglesia de Cristo, asisten a las reuniones solo por una tradición familiar, pero no como el fruto de una verdadera conversión. Es solo una de las tantas religiones que el hombre ha inventado. Es la rutina de generaciones de personas que siempre han reservado el día domingo para ir al culto. Ellos no conciben hacer otra actividad en ese día que es parte de su herencia familiar.

Lo penoso, es ver que hay muchas personas que mantienen fielmente esta tradición, pero que no oyen la Palabra de Dios (aunque portan su biblia) porque sus mentes divagan en cualquier otro asunto. Ellos están presentes físicamente en las reuniones, pero sus pensamientos e intereses están fuera. Muchos de ellos creen que por asistir a los cultos son salvos, y eso es lo dramático. Por tal razón, la necesidad de predicar a tiempo y fuera de tiempo dentro de los locales de reuniones, dado que evidentemente no tenemos la más mínima certeza de que todos los que están sentados adentro, portando una biblia, cantando, usando su clásica corbata y faldas largas, han nacido de nuevo.

  • Porque quiero encontrar un esposo o esposa cristiana.

Al igual que la misa católica, en donde los feligreses piden a <San Antonio> que les envíe un novio, muchos jóvenes evangélicos asisten a sus iglesias solo en búsqueda de parejas y no por el fruto de un nuevo nacimiento. En Chile a esto se le llama “pololear” (algo así como noviazgo). Varios de los afamados “campamentos de verano” que algunas corporaciones evangélicas realizan, terminan siendo el nido de romances entre los jóvenes que asisten en esa sola perspectiva. Lo importante dicen ellos, es que mi pareja es creyente. Pero hay muy pocos quienes buscan lo esencial antes de pensar tener una novia o novio para contraer matrimonio. Entonces, en esta perspectiva comienza la búsqueda de iglesias donde congregarse, sobre la base de la existencia de candidatos para esposo o esposa.

El riesgo de esta motivación, está en que tales personas no miden lo que significa noviazgo, y desean traer el estilo del mundo para homologarlo dentro de la iglesia. Es decir, piensan que “pololear” (o estar de novios por tiempo indefinido) entre cristianos es legítimo. Pero la biblia no habla de eso. La única referencia de la voluntad de Dios respecto al noviazgo es el legado judeo-cristiano. Si un hombre y una mujer creyentes se atraen y desean unir sus vidas, los tales han de casarse. A la luz de la biblia, quienes estaban de novios no se besaban ni exponían sus cuerpos a caer en pecado de fornicación. Ellos se comprometían y esperaban consumar el matrimonio. No existía ese concepto de “pololear o estar de novio”.

Pero para ello, previamente quienes se casarán deben amar a Dios por sobre todas las cosas. Amar la Palabra de Dios como única norma de conducta y de fe. Ellos deben disciplinar sus vidas en cuanto a consagración, responsabilidad y madurez antes de contraer matrimonio para toda la vida, y evitar ciertamente que este dure solo hasta cuando la pasión se acabe. Ese es el gran problema actual. Los muchachos se casan porque quieren saciar sus apetitos sexuales de manera legítima y nada más. Tristemente debemos reconocer que muchos asisten a la iglesia para encontrar pareja “cristiana”.

  • Porque quiero ser librado de mis problemas.

Tal cual la multitud que seguía a Cristo solo por los panes y los peces; por los milagros y las bendiciones que él dispensaba, hoy muchos buscan las bendiciones del Señor en lugar de buscar primeramente al Señor de las bendiciones. Muchos esperan que Dios les bendiga, pero no están dispuestos a ser instruidos y corregidos con su Palabra.

“Tres cosas hay en la vida: Salud, Dinero y Amor”. Así versa una antigua canción que sintetiza acertadamente la búsqueda y anhelo de todo ser humano. Esa era la tónica de quienes “buscaban” a Jesús, y es la tónica de una copiosa cristiandad actual que corre en pos de la prosperidad. Al Señor lo seguían muchas personas, incluso lo querían hacer rey, pero él les decía: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” Mateo 8:20

El fin de los milagros de Jesús nunca fue prometerles a los hombres prosperidad y bienestar aquí en la tierra, como los facinerosos y traficantes de almas enseñan impúdicamente desde los pulpitos el día de hoy. Sin embargo, hay muchos que asisten a sus iglesias en búsqueda de la felicidad. Ellos quieren ser librados de sus problemas matrimoniales, emocionales, económicos y de salud. Eso es lo que los motiva a participar fielmente de una iglesia. Por tal razón, nunca asistirán a una congregación donde se enseñe que ser cristiano consiste en negarse a uno mismo y tomar su cruz cada día y seguir al Señor (Lucas 9: 23). Hoy se ha transformado el evangelio en un “ofertón” que promete familias felices, dinero y salud inquebrantable, en lugar de decir fielmente lo que El Señor dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” Juan 16:33b

Muchas iglesias están llenas de personas que dicen: “El Señor ha restaurado mi matrimonio; me ha dado un suculento trabajo, me ha sanado de una enfermedad, etc. etc.” y toda la congregación grita al unísono: “’¡¡gloria a Dios!!” Pero nadie discierne ni dice que la base de la salvación es: “El Señor ha perdonado mis pecados y me ha justificado para vida eterna”; eso sí merece una fuerte expresión de alabanza y gratitud al Señor ¿no cree?

Lamentablemente, muchos piensan que la bendición de Dios significa exclusivamente la liberación de los problemas, y nunca llegan a pensar que los mismos problemas forman parte de la bendición. Job luego de vivir su tremenda tragedia que lo sumió en la amargura y en la soledad, pudo aprender que allí estaba la bendición de Dios. Como alguien dijo una vez: “las bendiciones a veces vienen envueltas en pañuelos”.

  • Porque tengo temor al castigo de Dios y al infierno.

La biblia distingue el religioso “temor” de miedo o pavor a Dios, del verdadero “temor de Dios”. La biblia dice que “el principio de la sabiduría es el “temor de Dios” (Proverbios 1:7). Note que no dice “temor A Dios”, sino que Temor DE Dios”. Sin duda, es el temor que Dios pone en el corazón de cada creyente. Y esto no significa pavor a Dios, sino que la profunda reverencia y amor hacia su carácter santo. Todas las religiones infunden el “miedo” a Dios, pero solo el cristianismo bíblico enseña sobre el “temor DE Dios”. Es más, la biblia advierte que aún “los demonios creen y tiemblan” (Santiago 2:19).

De la misma forma, muchos cristianos asisten a la iglesia por temor al castigo de Dios. Ellos solo son motivados por el terror a quien tiene potestad de castigar y enviar al infierno. Pero curiosamente no tienen ningún temor de pecar delante de Dios o de estar en rebeldía constante a lo que su infalible Palabra enseña y demanda.

Sus vidas estériles se esfuerzan para evitar que Dios les castigue; les atormenta que Dios les quite la prosperidad, la salud, la vida de su familia, etc. Eso es el motivo de su aparente fidelidad y permanencia en una iglesia. Sin embargo, no oyen ni entienden la Palabra de Dios porque trágicamente no han nacido de nuevo.

Muchos mantienen de manera intacta la antigua “simonía” (pagar el favor de Dios), dando sus suculentos diezmos u ofrendas. Cumpliendo con eso dicen atrevidamente: “Dios tendrá misericordia de mi”. Creen que Dios dispensa sus favores y su gracia a cambio de dinero. Pedro le dice a Simón el mago (de donde proviene la palabra <simonía>):

“Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero” Hechos 8:20

Es una verdadera tragedia ver a alguien que piense que dando dinero, trabajando y esmerándose en una iglesia y asistiendo regularmente a las reuniones, obtendrá las bendiciones de Dios. Eso es solo un temor o pavor supersticioso, pero nunca demuestra que es el legítimo amor a Dios y a su Palabra.

  • Porque Dios me manda a congregarme, porque quiero congregarme y porque necesito congregarme, ya que solo es allí donde puedo aprender de La Palabra de Dios, tener comunión, partir el pan y orar junto a otros hermanos, y para servir para la gloria de Dios hasta que Cristo regrese o nos llame a su presencia.

Esta es la razón genuina de porque asistimos a la iglesia. Es decir, esta es la razón que la biblia entrega al respecto. Si esto no rige nuestra vida, y no es la motivación de nuestra asistencia a una iglesia, entonces debemos examinarnos a nosotros mismos si estamos en la fe. El preguntarnos y reflejarnos en el divino espejo de la Palabra de Dios, es el mejor ejercicio que podemos hacer antes de continuar religiosamente asistiendo a una iglesia.

Es necesario que observemos cuales son los frutos que estamos dando en nuestra vida, familia e iglesia para comprobar que estamos en la fe. De la misma forma esto es perfectamente aplicable a personas que pudiendo congregarse en una iglesia bíblica, no lo hacen. Eso no está bien. Quizás se oculte temores, comodidad u otros pecados como el alto concepto de sí, a tal punto de decir: “no hay iglesia para mi estatura espiritual”. El Señor nos ayude a ser humildes y aceptar este autoexamen regido por la infalible Palabra del Señor para perseverar en lo que estamos haciendo correctamente o rectificar lo que no estamos haciendo debiendo hacerlo.

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos guie en este examen que nos permitirá saber si realmente estamos en la fe o solo somos parte de una vida religiosa afirmada por el esfuerzo humano y no por el poder del Espíritu Santo. Que así sea. Amén. Maranata!

PEL 03/2019

Categorías: Devocional

2 comentarios

Hugo Iriarte · 26 de marzo de 2019 a las 19:46

Muy buen devocional hermano Pablo. Hay que hacerse el auto exámen. Espero y creo que voy en el camino correcto.
Gracias, por el apoyo con los estudios de la palabra y doy gracias a Dios por habernos llevado a nuestra iglesia Solo por Gracia. Dios lo bendiga a usted y toda su familia

CAMILA MEJIAS · 26 de marzo de 2019 a las 22:40

Gracias al Señor porque siempre nos corrige y quiere que no nos olvidemos de él y de su promesa. Que bueno es leer este artículo y evaluarnos a nosotros mismos.. sabiendo que no somos mejores que los demás sino que peores ya que no estamos ajenos a caer en una religiosidad más que estar en una relación directa con el Señor.. pero gracias sean dadas a él porque su sangre nos perdona y porque al ser sus hijos somos corregidos en cada momento.. el Señor nos ayude a permanecer firmes y seguir adelante en este peregrinar.. !!! Bendiciones…

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