“El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” Juan 7:18

Este es uno de los textos más cautivantes del continuo discurso de Cristo, porque revela el fundamento de su ministerio acá en la tierra. Nuestro Señor Jesucristo es el mayor ejemplo que debemos seguir en nuestro caminar cristiano rumbo a la gloria, ya que sus pisadas nos demandan una sumisión irrestricta y exclusiva a la autoridad de las santas escrituras. No hay algo más decadente cuando  nosotros los “hombrecitos” tratamos de argumentar ideas o postulados a través de  nuestra propia cuenta. Aunque los letrados e intelectuales argumentos sean esgrimidos de manera gloriosa, para El Señor todo lo que provenga solo de nuestras propias ideas, siempre será insuficiente y para nuestra vanagloria.

El texto bíblico citado arriba no demanda mayor análisis; “todo aquel que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca”. Esta enseñanza toma más y más  fuerza al ver como respondía nuestro Señor Jesucristo ante la multitud y los religiosos que constantemente le pedían razones de su enseñanza; Él siempre respondía con su clásico: “escrito está”. Jesús,  pudiendo hacerlo, nunca argumentó por su propia cuenta, sino que siempre revistió de autoridad sus argumentos a través de las escrituras.

Tan solo recordemos el episodio cuando Cristo fue tentando por el diablo en el desierto. El maligno como perfecto conocedor y manipulador de las santas escrituras, tuvo la insolente osadía de tentar a su propio creador citándole pasajes del libro sagrado, pero que sin embargo recibió la notable respuesta de parte de Jesús: “escrito está” (Mateo 4:1-11). Ante esa respuesta, el diablo no tiene otra alternativa que retirarse. Esto me hace recordar la enseñanza de Santiago cuando dice que el sometimiento a Dios (a su Palabra) significa resistir al diablo el cual huirá de nosotros (Santiago 4:7). De ahí que el Señor Jesucristo una vez que vence las tentaciones que el maligno le presentó, Él le dice con voz potente y de autoridad:

“Vete, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás. El diablo entonces le dejó” Mateo 4: 10-11

La vida de Jesús estuvo marcada por una sumisión estricta a las sagradas profecías anunciadas anticipadamente por los profetas. El desde pequeño amaba y estudiaba las escrituras (Lucas 2:46). La biblia muestra insistentemente que el objetivo de todo el ministerio terrenal del hijo de Dios se desarrolló  conforme a las escrituras.

“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” 1 Corintios 15: 3-4

Fueron las escrituras las que se cumplieron en cada una de las vivencias del Señor Jesucristo. En esta perspectiva, y a modo de ejemplo, es  necesario recordar además su padecimiento en la cruz del Gólgota cuando se señala lo siguiente:

“Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” Mateo 27:35

“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed” Juan 19:28

“Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” Juan 19:36-3

Fue el propio Cristo quien contrastó la tradición y los argumentos puramente humanos, con la autoridad absoluta  de las escrituras; ejemplo que debemos reivindicar en medio de la iglesia actual en donde el intelectualismo prevalece desde los púlpitos. Nuestro Señor Jesucristo nos confirma con su enseñanza que el poder del argumento radica en la sola Palabra de Dios.

Es pertinente recordar la enseñanza y legado de los antiguos profetas de Dios. Ellos no hablaban por su propia cuenta, sino que hablaban fielmente lo que recibían directamente de Dios. En esto aprendemos acerca de la verdadera fidelidad a Dios, en hablar todo lo que Él dice:

“Y Micaías respondió: Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré” 1 Reyes 22:14

“¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” Isaías 8:20

“Y el profeta Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no os reservaré palabra” Jeremías 42:4

“Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor” Ezequiel 2:4

Los verdaderos profetas de Dios nos enseñan acerca de la fidelidad a la Palabra de Dios. Ellos nunca argumentaron por su propia cuenta o basados en los escritos de tal o cual sabio, religión, filosofía o tradición de los hombres. Ellos “simplemente” decían: “Jehová el Señor ha dicho” y punto. Esta actitud radical impedía cualquier negociación de la verdad.

Tan solo basta con leer cuidadosamente el libro de Amos y descubrir que en sus nueve capítulos, utiliza por más de cincuenta veces las expresiones “Dios ha dicho, Dios dice o Dios dijo”. Amos no habló por su propia cuenta, es por eso que él era un verdadero profeta y no había en él injusticia.

Por su parte, el testimonio apostólico mantiene la misma dirección que el Espíritu Santo pone en la boca de cada profeta y pregonero de la verdad. Ellos no hablaron por su propia cuenta, sino que hablaron todo lo que Dios le dijo que hablaran o escribieran. Obviamente como seres humanos, todo aquello que provenía solo de sus propios corazones, no quedó registrado en las sagradas escrituras, porque no tenía valor.

Por tal razón, estos legítimos siervos de Dios solo presentaban la autoridad de la infalible Palabra del Señor sin acomodaticios o “clausulas” de negociación como ahora se utiliza “a fin de evangelizar eficazmente”. Ellos solo decían:

 “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” 1 Pedro 4:11

 “Porque no he rehuido de anunciaros todo el consejo de Dios” Hechos 20:27

“… enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina” Tito 2:1

“Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad; está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras” 1 Timoteo 6:3-4

No obstante, a pesar de este abultado argumento bíblico respecto a que no debemos hablar por nuestra propia cuenta, hoy vemos en medio del pueblo de Dios absolutamente lo contrario. En estos tiempos de tantos foros, mesas de diálogos o ejercicios de dialéctica tan semejantes a la antigua acrópolis, muchos de los ministros de la actualidad responden, enseñan y predican usando argumentos que son elaborados por “su propia cuenta” (prosopopeyas, metáforas, filosofías, etc.) y también citando declaraciones de otros hombres contemporáneos, “sabios” o  filósofos del pasado para reforzar su planteamiento. Particularmente recuerdo uno de los tantos foros que se realizan en distintos países, donde se vierten diferente tipo de preguntas. En una de esas reuniones, se le preguntó a un connotado predicador que ¿Cómo se debe abordar las diferencias doctrinales para ir en pos de  la unidad de las distintas iglesias? Lamentablemente aquel  predicador en su argumento y respuesta, solo hizo referencia al “Dr. Pérez y al Dr. González”, pero nunca basó su respuesta en la Palabra de Dios, que es como debería ser. Lo peor que uno de los “doctores” que él utilizó como referencia, es un promotor del ecumenismo actual. Eso es, por decir lo menos, preocupante.

Hermanos seducidos por el intelectualismo…

Con tristeza escuché de un hermano muy querido, que hasta hace un tiempo rebosaba de un humilde sometimiento a la infalible Palabra de Dios; sus respuestas y actitudes sencillas, siempre proyectaban una constante subordinación a lo que Dios dice en su Palabra; sin embargo, ahora me sorprendía porque él decía; “….no podemos ir a predicar solo con la biblia al mundo intelectual. Es necesario llevar un argumento consistente. Dios necesita profesionales e intelectuales en estos días”. La pregunta que me ha dado muchas vueltas a partir de esa declaración, es si acaso la sola escritura ¿No es todo – suficiente o consistente para predicar a quien sea? O en vano dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz? (Hebreos 4:12) ¿No fue el Soberano quien dijo que su Palabra no volverá vacía y cumplirá el propósito para el cual la envió? (Isaías 55:11) ¿Acaso estaba equivocado Pablo cuando decía que el predicaba solo a Cristo Crucificado y rehusaba argumentar con el intelectualismo o sabiduría  de la sociedad helénica? (1 Corintios 2: 1-2)

Con el tiempo me enteré la gran influencia que este querido hermano estaba recibiendo de movimientos neo calvinistas, quienes entre muchas verdades incluyen enseñanzas y formas espurias a la Palabra de Dios, pero que sin embargo atraen;  y en especial a creyentes jóvenes,  porque esta escuela de predicadores apela mucho al intelecto humano, a  la ciencia y a la cultura. Lo paradójico de todo esto, es que los mismos que hace un tiempo defendían acérrimamente la absoluta soberanía de Dios que no permite que ni un pajarillo caiga a tierra sin su consentimiento, ahora dicen que Dios necesita de nuestro intelecto, estrategias, sabiduría o métodos para predicar al “mundo actual”.

La amalgama entre la teológica y la filosofía, ha sido un verdadero caldo de cultivo que está desviándonos  de la legítima escuela  y  pureza  de predicar el evangelio de Jesucristo. Es por eso que hoy muchos solo hablan por su propia cuenta, y el poder del argumento no reposa en el evangelio, sino que en la retórica y la elocuencia humana. Antes esto Cristo decía: “el que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca” Juan 7:18

Característica del postrer tiempo.

Pablo anunció dos características de los maestros de los últimos tiempos. Primero, aquellos “hombres amadores de sí mismos” (2 Timoteo 3:2) y segundo, “maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3). En primer lugar creo oportuno recordar que la biblia enseña que los postreros tiempos, será peligrosos y  de apostasía. Nadie que lea la biblia libremente y sin presión tendenciosa de ninguna teología, podría poner en duda aquello. No obstante, esta posición es presentada por la minoría de las iglesias. La gran mayoría dice que estamos en tiempos de avivamiento.  Pero el argumento solo se basará en lo que leemos. Pablo habla del postrer tiempo cuyo período se enmarca desde la muerte de Cristo hasta su segunda venida. En otras palabras estamos atravesando los postreros tiempos.

El apóstol advierte el peligro del último tiempo debido al engaño que se moverá a través de los maestros quienes hablarán por su propia concupiscencia. Ahora bien, para entender esta advertencia apostólica, es imprescindible comprender el significado de la palabra “concupiscencia” (ἐπιθυμίας). Aunque algunos pretenden sugerir que esta palabra solo significa “malos deseos” o “lujuria” inclusive, la palabra sí puede ser aplicada para deseos buenos o malos. Lo interesante es que “concupiscencia” es en definitiva “hacer lo que uno quiera”. En consonancia con el tema tratado en este artículo, sería “hacer o enseñar por nuestra propia cuenta”.

Por lo tanto, los maestros conforme a sus propias concupiscencias, de los que habla Pablo, son aquellos cuya enseñanza se basa en sus propias ideas o deseos, sean estos buenos o malos. Recordemos el proverbio que nos advierte que hay camino (cosas, enseñanzas, prácticas, etc.) que parecen buenas, justas o nobles, pero su fin (su término, su saldo o recompensa) es muerte (Proverbios 14:12). Ahora para entender las causas de estas prácticas y enseñanza de autocomplacencia humana o antropocéntrica, aparece  la otra característica que Pablo profetizó: “Hombres amadores de sí mismos”.  Aquí la palabra original es “filo-auto” (φίλαυτοι) traducida fielmente como “auto-amor”, es decir, amor a sí mismo. Esto explica porque estos maestros aman sus frases a tal punto que las publican,  las enmarcan y las distribuyen los unos a los otros. Aquí está la esencia del peligro. El hombre se mira a sí mismo (vanidad), enseña por su propia cuenta (concupiscencia), busca su propia gloria (vanagloria). Como consecuencia, los que escuchan a estos maestros apartan de la verdad el oído y se vuelven a las fábulas.

Es tremendamente sintomático lo que pasa en la actualidad. Porque la palabra fábula (μύθους) que advierte Pablo, significa mito, historia o discurso, que es lo que precisamente se escucha desde los púlpitos actuales; de ahí que estos maestros convocan a tanta  gente la cual se complace con oír enseñanzas con “moralejas”.

Amados hermanos, que El Señor ponga en nosotros la sensibilidad necesaria para entender que el peligro mora primeramente en nosotros mismos, y que nuestra mente, emociones y voluntad ha de ser subordinada plenamente a la infalible Palabra de Dios; renunciando a toda altivez y argumento que se levanta contra el conocimiento de Dios, y trayendo cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2 Corintios 10:5). Que podamos entender,  persistir y aceptar  humildemente que el poder del argumento está en la fidelidad a la Palabra.

“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” 1 Timoteo 4:16

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo no dé sumisión al tema tratado. Que así sea. Amén.

PEL 07/2016

 

 

 

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