“Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” 1 Pedro 5:4

En tiempos de tanto enaltecimiento de hombres y en medio de un profundo olvido de que el único digno de estar en medio de la congregación ha de ser nuestro Señor Jesucristo (Mateo 18:20), que bien nos hace leer este pasaje escrito por el apóstol Pedro en donde dice que Cristo es el único digno de ser llamado “El Príncipe” (Isaías 9:6). Nadie más.

Uno de estos días leía en un foro de redes sociales acerca de una enseñanza del respetado hermano Inglés del siglo XIX Charles H. Spurgeon, a quien los hombres le han declarado osadamente “príncipe de los predicadores”. Título que, quienes conocemos algunas de las predicaciones de Spurgeon, estamos seguros que él rechazaría dura y rotundamente si estuviera vivo. Es increíble, pero muchos de aquellos que promocionan a Spurgeon, pareciera que se olvidaron totalmente de como este hombre siempre daba solo la gloria a Dios en su predicación. Me pregunto ¿qué diría Spurgeon si existiera el día de hoy, al ver los “ministros” de la actualidad actuando como verdaderos amadores de sí mismos; que publican sus fotos, firman sus libros y que hablan por su propia cuenta?

A propósito de enaltecimiento de los hombres, en los últimos años nos ha llamado la atención ver a líderes de iglesias cristianas que están “enmarcando” sus frases; las suscriben y las promocionan en las redes sociales para quizás buscar la mayor cantidad de aquellos populares y vanidosos “me gusta” o “me encanta”

Pero volviendo al centro de la escritura y al espíritu de la profecía que es el testimonio de nuestro Señor Jesucristo (Apocalipsis 19: 10b), entonces podemos ubicarnos frente a aquel que es el único digno de ser destacado y ponderado como “El Príncipe”. El Primero, El más importante, El Preeminente; es Cristo Jesús quien merece toda la gloria y la honra. Como dijo Pablo “…para que en todo tenga la preeminencia” Colosenses 1:18b

Sin embargo, sabemos que estamos en tiempos de apostasía, en donde el engaño se mueve en medio del pueblo de Dios. Y parte de este engaño es sin duda, ver a los hombrecitos que directa o indirectamente pretenden usurpar el lugar que solo le pertenece a Cristo. Es el tiempo de la iglesia de Laodicea (Apocalipsis 3: 14-22) cuya voz que prevalece es la de los hombres en lugar que la de Dios; es una cristiandad arrogante que se jacta de lo que tiene y de lo ha logrado, ignorando que es desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda. Es la triste realidad de una iglesia nominal que habla de Jesús y asegura servir a Jesús, pero Jesús está afuera llamando a los verdaderos a Salir de allí.

Dios Padre dijo que su contentamiento está solo en su Hijo (Mateo 3: 17) y los creyentes deben sumergirse y gozarse solo en sus virtudes. No en vano Pedro dice que fuimos llamados de las tinieblas a la luz admirable para anunciar las virtudes de Cristo (1 Pedro 2:9). Él es “El Príncipe de los pastores” que vendrá a coronar a todos aquellos que le sirvieron y no a quienes se sirvieron del rebaño.

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos ayude a comprender este importante tema. Que así sea. Amen.

PEL 02/2018

Categorías: Devocional

2 comentarios

alberto stuardo · 15 de febrero de 2018 a las 01:17

Amén amado hermano, solo a Dios sea la gloria y honra, y toda la preeminencia a nuestro Señor y salvador Jesucristo.
Que esta enseñanza quede arraigada en nuestros corazones y que suscite en mí espíritu y en el de mis hermanos,los cuales hemos sidos apartados por su gracia y misericordia, a vivir con un corazón humilde, distante de toda vanagloria, y a no ser tibios en la perfecta obra de nuestro Señor.

Viviana Correa Aedo · 16 de febrero de 2018 a las 07:22

Sin duda hermano el Señor sabe lo difícil que es vencer nuestro amor por nosotros mismos, es parte de nuestra naturaleza pecaminosa que aún esta en nosotros. Por ello enfatiza tan rotundamente que nada merecemos y somos polvo, para ponernos en nuestro lugar. No nos queda más que rogar su ayuda para permanentemente luchar con esta carne que se opone al espíritu y se enaltece. Para dar toda gloria, honra y honor al único y sabio Dios. Bendiciones desde Yungay

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