“No soy profeta, ni soy hijo de profeta…Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel” Amos 7:14

Este es el profeta Amos. Fue uno de los profetas llamados “menores”, y que predicó en los tiempos del rey Uzías en Judá y Jeroboam rey de Israel.

Siendo Amos un pastor, El Soberano Dios le llamó de detrás del ganado para ir a predicar la verdad al pueblo de Israel. Amos era de Judá, pero Dios hace como quiere y le envió al reino del norte Israel. Ciertamente su mensaje lacerante y de juicio venidero no fue muy bien recibido por los religiosos y por los gobernantes de la época.

Como ha sido la tónica de siempre de todos aquellos fieles siervos de Dios; nunca su predicación fue recibida con brazos abiertos y con alegría por parte de las autoridades. Al contrario; todos aquellos que en la historia han levantado el pendón de la verdad de manera fiel e incondicional, y a pesar de que muchos de ellos fueron una verdadera “voz en el desierto”, no rehusaron el ganar el repudio de las autoridades políticas y religiosas de las épocas en las cuales les correspondió predicar. Tan solo recordemos a Elías y la dura predicación en contra de Acab y su mujer Jezabel (1 Reyes 19:1-2) o aquel solitario Micaías (1 Reyes 22: 25-28). El caso de Amos fue exactamente igual.

Pero el asunto que motiva este artículo es hablar de que Amos no tenía “credenciales” de profeta. Es decir, Amos, “profeta que no lo era”. Recordemos que fue el propio sacerdote Amasias quien acusó a Amos delante del rey Jeroboam diciendo:

“Amós se ha levantado contra ti en medio de la casa de Israel; la tierra no puede sufrir todas sus palabras. Porque así ha dicho Amós: Jeroboam morirá a espada, e Israel será llevado de su tierra en cautiverio” Amos 7: 10-11

Fue el mismo sacerdote Amasías quien rebajó a Amos, de la categoría de profeta (Heb. naw-bee) a tan solo “vidente” (Heb. kho-zeh) en una despectiva y arrogante orden:

“Y Amasías dijo a Amós: Vidente, vete, huye a tierra de Judá, y come allá tú pan, y profetiza allá;  y no profetices más en Bet-el, porque es santuario del rey, y capital del reino” Amos 7: 12-13

Ciertamente Amos no pertenecía a la casta religiosa que descansaba en sus propias justicias, o al amparo de las autoridades de turno. Él no era de aquellos que, teniendo “credenciales” de profeta, hablaban por su propia cuenta. Absolutamente no. Amos, aun no teniendo respaldo, diplomas, o cobertura de la oficialidad religiosa de la época, fue un fiel predicador de la Palabra de Dios y un verdadero profeta. Amos de manera extraordinaria responde al arrogante sacerdote Amasias aquella frase que encabeza este artículo “No soy profeta, ni soy hijo de profeta…Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel” (Amos 7:14) Algunos ven en la respuesta de Amos hasta casi un sarcasmo para confrontar a aquellos que ostentaban de manera altanera su título de profeta.

A miles de años de esta experiencia real, hoy vemos los mismos ingredientes. Es decir, los que tienen “credenciales y academia” para predicar, hablan por su propia cuenta, más los verdaderos profetas o predicadores que aunque no tienen “carnet o licencia” para predicar, son los que sí hablan solo lo que la infalible Palabra de Dios dice; son ellos quienes tienen cuidado de sí mismos y de la doctrina (1Timoteo 4:16), que genuinamente temen hablar por su propia cuenta (Juan 7:18) y que siempre repiten la clásica frase del profeta Amos, “Dios ha dicho, Dios dice o Dios dijo”, antes de responder a cualquiera que demanda razón de su enseñanza. Pero hoy, al igual que en los tiempos de los solitarios profetas del antiguo testamento, si alguien predica sin título ni credenciales, o sin la mal llamada “cobertura”, el tal no es escuchado, es ninguneado y subestimado. Esa es la pura verdad.

Hoy lo títulos son muy importantes y relevantes para la llamada cristiandad. Se ha olvidado completamente que Dios siempre ha usado poderosamente a quienes no califican por los hombres, para tapar la boca de los mismos. Dios usó asesinos, adúlteros, boyeros, coperos, publicanos, pescadores, etc., para predicar su infalible Palabra. ¿Estamos dispuestos a miles de años de los tiempos bíblicos, aprender de un pescador como Pedro?

Pero como bien sabemos, aquellos que están llenos de sí mismos, no quieren oír la verdadera profecía, porque siempre es una “palabra dura e insufrible”. Es la misma resistencia de los magos de faraón; de los falsos profetas en los tiempos de Elías o Micaías, o de los fariseos ante El Señor Jesucristo y sus discípulos. La Palabra verdadera es dura y pocos la quieren oír, y menos si proviene de “un profeta que no lo es”. Pero Dios usa a quien quiere, y no necesita la calificación de hombres; Él en su gracia lo capacita y lo califica para que sea fiel vocero de la Palabra eterna.

De esto desprendemos la tónica de toda la historia. Siempre ha sido la gente religiosa que en primera instancia se levanta en contra de los verdaderos profetas de Dios. Así fue en el antiguo testamento, en el tiempo de nuestro Señor Jesucristo y sus apóstoles y en la historia de la iglesia incluyendo nuestros días. Son los mismos religiosos, que siempre están husmeando al lado de los gobernantes para ver donde obtener prebendas, los que se levantan como acérrimos enemigos de la verdad de Dios canalizada a través de sus siervos. Sin duda que aprendemos que la religión, cualquiera que esta sea, es comandada por el mismísimo satanás. Cristo dijo:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” Mateo 23:37a

En la actualidad las cosas no han cambiado. Hoy se escucha el mismo “ninguneo” de parte del clero hacia los verdaderos voceros de La Palabra de Dios. Son tantos los ejemplos que se podrían citar, pero este artículo se alargaría demasiado. Sin embargo, solo quiero referirme al “Ejemplo” de los ejemplos. Nuestro Señor Jesucristo.

Cuando El vino, desmoronó el pesado armazón religioso que el hombre siempre ha querido preservar en medio del pueblo que se dice creyente. No hay nada mejor que contemplar a Cristo quien bajó de su gloria para revestirse de humanidad, tomar nuestra lugar, y llevar así nuestros pecados a la cruz.

Él es el mismo que fue concebido en la virgen matriz de una joven pobre (Lucas 1:31) de una pequeña y despreciada localidad de Belén (Mateo 2:1). Él no tuvo lugar en “el mesón” para ver la luz, por lo tanto, su primer respiro fue entre los olores de un establo prestado (Lucas 2:7). Creció en Nazaret, lugar de muy poca reputación (Juan 1:46); no tenía donde recostar su cabeza (Lucas 9:58), entró en Jerusalén montando un asno prestado (Mateo 21:2), celebró su última pascua en un aposento prestado (Lucas 22:12), murió fuera de su ciudad (Hebreos 13:12) y fue sepultado en una tumba prestada (Mateo 27:60). Él fue despreciado por ser el “hijo del carpintero” y porque no tenía “credenciales” para enseñar (Mateo 13: 54-55, Juan 7:15). Y fue Él quien nos enseñó que no hay credenciales más altas que llamarse “hermano”.(Mateo 23:8)

Sin duda que Cristo encarnó el aquel: “lo que no es” declarado por Pablo en 1 Corintios 1:28 y así deshizo “lo que es”. Isaías por su parte dice que Él fue despreciado, menospreciado y desechado entre los hombres (Isaías 53:3). Con tal descripción del Hijo de Dios y su legado, ¿Qué podemos esperar sus discípulos? Cristo advirtió:

“Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” Mateo 10:25

Aún Pablo, aquel “calificado” rabino, llegó a decir que todos sus “pergaminos y diplomas” los tenía por estiércol (Filipenses 3: 7-8). Recordemos que Pablo fue despojado de todo su prestigio y por consecuencia, se ganó el repudio del clero. Es la tónica a la cual nos ha convocado El Soberano.

Amados hermanos, es tiempo de volver a la enseñanza pura de las sagradas escrituras y renunciar a la intervención del hombre con su sapiencia caída. Mientras Dios nos hace un llamado a “salir fuera del campamento llevando su vituperio” (Hebreos 13:13 – el que lea entienda…), los hombres buscan prestigio, calificación y aplausos. Mientras Dios nos enseña que no debemos buscar la aprobación ni el agrado de los hombres (Gálatas 1:10), los hombres están “re inventando “el evangelio para agradar a la sociedad que por naturaleza odia a su Creador.

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos ayude a llevar su vituperio y aceptar hidalgamente el desprecio y rechazo que él mismo tuvo que experimentar; tan igual como Amos, “el profeta que no lo era”, pero que hablaba fielmente lo que Dios decía. Que así sea, amén.

PEL08/2017


4 comentarios

Farus · 29 de agosto de 2017 a las 00:12

Excelente artículo, muchas gracias Hermano.
Gracias al Señor por su elección Soberana y su llamado irresistible

Ximena · 29 de agosto de 2017 a las 07:27

Acabo de leer el artículo y no puedo más que dar infinitas gracias al único digno de ser alabado y adorado por siempre jamás.
Gracias Señor por alcanzarme en tu infinita misericordia …… y ayúdame a andar en ti en este tiempo que queda.

EDUARDO TORRES · 29 de agosto de 2017 a las 13:48

Gracias, Señor, por este mensaje que ha confirmado Tu verdad. Si ! amen !

Alberto Stuardo · 30 de agosto de 2017 a las 16:52

La Gloria para el Señor, en estos tiempos dificiles y peligrosos, y de mucha arrogancia clerigal, el Señor, en su perfecta voluntad, le siga usando como Atalaya, alertando a su iglesia, Muy limpido el articulo amado hermano.

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