“¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre? No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” Juan 7:23-24

 Desde siempre el hombre se ha esmerado en elevar las formas por sobre los principios. “No importa tanto el objetivo, sino que las formas de alcanzarlo”, sería la premisa mas arraigada en nuestros corazones y naturalezas caídas por causa del pecado.

El texto que encabeza este estudio habla de aquello. El Señor Jesús, autor y consumador de todas las cosas, aparece reivindicando los principios por sobres las formas, situación que generaba un intenso ardor en la religión imperante. Frente al texto selecto de las santas escrituras citado arriba, se deja ver  que a los religiosos más les importaba las tradiciones que la salvación de un individuo. Eran los religiosos judíos, aquellos altivos de espíritu y celosos de la liturgia y ceremonias, pero que no lograban ver mas allá de las formas,  y es por eso que su juicio solo quedaba en la cáscara (apariencia)  y no en la esencia del fruto.

 El apóstol Pablo define muy bien el sentir de aquellos fariseos que con el esmero de guardar las formas y el ritualismo (inclusive “extra” escritural), pensaban que estaban agradando a Dios:

 “…en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia”  Filipenses 3: 5-6

 Los fariseos eran la facción del judaísmo más legalista y formalista que nadie jamás conoció. El apóstol Pablo fue uno de ellos, por tanto, sabía como pensaban y con que “celo” defendían sus postulados religiosos por sobre los legítimos intereses de Dios. Para ellos lo más importante era el envase más que el contenido. Era más preponderante los sacrificios que la misericordia (comp. Oseas 6:6)

 La Biblia presenta con nitidez a un pueblo que fue tomado y establecido en medio de formas, de ceremonias y rituales que debían ser cumplidas cabalmente. Me refiero al pueblo de Israel. En el transcurso de su historia, este pueblo celoso por cumplir aquel inventario ceremonial, fue constantemente olvidando los principios por debajo de las  formas, llegando al extremo de volverse una religión más,  cuyo síntoma es el mismo de todas; presentar méritos delante de Dios para recibir sus favores. En otras palabras, si yo hago esto o aquello, recibiré como recompensa eso o aquello.  En contraste la Biblia dice:

 “¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?” Romanos 11:35

 Israel es el paradigma del defensor de las formas por sobre los principios. Tan solo recordemos el contenido de la ley; los principios estaban en el decálogo (10 mandamientos) y las formas en la ceremonia y los ritos.

Sin duda, que el pueblo se jactaba de cumplir las ceremonias, pero olvidaban constantemente los principios. Ellos ponderaban más los ritos que la relación con Dios y con su prójimo. Se preocupaban de las vestimentas y de los emblemas, pero dejaban atrás los principios elementales de la ley. En ese evidente fracaso, se deja ver que, no solo el pueblo de Israel, sino que en todo corazón humano se asila en forma férrea,  aquel apego solo por la liturgia y el olvido de los principios de la misma.

 Recordemos un pasaje muy ilustrativo al respecto:

 “Y estas palabras que yo te mando hoy…las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos;…y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” Deuteronomio 6: 6-9

 Cuando revisamos las tradiciones y formas del judaísmo respecto a pasajes como estos, descubrimos que ellos bajo “interpretación literal” adoptaron el uso de las afamadas “filacterias o tefilín” que eran pequeñas cajitas o envolturas de cuero que contenían pequeños pasajes de las escrituras y  que los religiosos  judíos se colgaban en sus manos y en sus cabezas como señal de cumplimiento ortodoxo del mandamiento de Dios.

También incluyeron, y que hasta en la actualidad es practicado por todos los judíos en todo el mundo, el uso de la “mezuzá” que es una pequeña cajita que contiene un pasaje de las escrituras y que se instalaba en las puertas de las casas. De este modo, cumplían la segunda parte del mandamiento.

Sin duda, que esta tradición del judaísmo ponderó solo las formas por sobre el principio del mandamiento, el cual versa así:

 “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”  Deuteronomio 6: 4-5

 Con justa razón el Señor Jesucristo les decía a los religiosos defensores de formas:

 “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.  Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos” Mateo 23: 4-5

 Los fariseos, como promotores y paladines de las formas por sobre los principios, eran expertos en poner cargas y pesadas listas de códigos religiosos sobre sus feligreses, aún sabiendo que ni ellos mismos las cumplían. Exigían, pero no daban nada, predicaban, pero no practicaban. De ahí que sus religiosos,  vistosos y distinguidos atuendos, incluyendo sus filacterias, no eran más que una inmensa máscara de hipocresía. No en vano el Señor les enrostra:

 “Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” Mateo 23:27

 Cristo el demoledor de las formas

 A diferencia del pecaminoso corazón humano que insiste insolentemente en agradar a Dios cumpliendo ritos y tradiciones,  el Señor Jesús nos muestra en su enseñanza,  que los principios siempre deben ser ponderados por sobre las formas. Justamente fue esa la actitud que tanto repudiaron los religiosos de la época.

Cristo sanó en día de reposo (Jn.7:23-24),  comió con pecadores (Mat. 9: 9-13), conversó en extenso con una mujer samaritana (Jn. 4: 1-42), escogió a un publicano (Mat.9: 9), sanó a una sirofenicia (Mar. 7: 24-30), salvo a un criminal (Luc. 23:43) y perdonó a una adúltera (Jn. 8: 11). Que mas podemos decir del Hijo de Dios que vino a elevar los principios por sobre todas las cosas. Él hizo lo que “no se debía hacer”

En lugar de observar el día sábado, había que descubrir al Señor del sábado que otorga el verdadero reposo, y  en lugar de condenar a los pecadores, había que clamar “ni yo te condeno” frase que desactivó las fuerzas inquisidoras de los hipócritas defensores de formas por sobre los principios. Cristo fue el más grande demoledor de formas y por tal razón, se ganó el repudio de los fariseos quienes preferían guardar las tradiciones y eliminar los fundamentos de Dios.

A estos, El Señor les dice:

 “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” Mateo 15: 7-9

 Esta lacerante declaración del Señor,  surgió luego de que los fariseos legalistas estaban preocupados del porque los discípulos de Cristo no se lavaban las manos al comer pan, quebrantando la tradición de los ancianos.

Jesús, les indica que ellos guardando las tradiciones, infringían la ley por la hipocresía,  ya que pretendiendo agradar a Dios por obras (formas) anulaban los principios fundamentales y trascendentales.

Este y otros pasajes, nos indican con claridad que El Señor jamás enseñó la importancia de las formas por sobre los principios.

 El Cristianismo y las formas

 Bien sabemos que las formas en el cristianismo tienen una importancia más allá que la que deberían tener. So pretexto de ser “celoso” por El Señor, muchos se ven envueltos en medio de las telas del formalismo religioso, defendiendo tradiciones, dogmas humanos y visiones subjetivas extraídas de la biblia, las cuales son defendidas por frases tales como: “siempre se ha hecho así” o “así me enseñaron”, lo cual no dista mucho de los “pioneros” del legalismo que tratamos en la parte anterior.

Existe un sabio análisis que debemos hacer cuando la pandemia del legalismo formalista quiere invadir nuestros pensamientos e iglesias:

 Hay cosas bíblicas, no bíblicas  y anti bíblicas.

 Esta sencilla trilogía nos permite, cual antídoto, frenar los efectos nocivos del legalismo formalista que ataca a las iglesias. De los tres conceptos, el único que nos debe hacer sonar la “alarma” es el tercero, es decir, las cosas ANTI BIBLICAS.

Evidentemente aquellos que defienden las formas por sobre los principios, también darán énfasis al segundo punto y para que mencionar el primero.

Ciertamente hay puntos de la biblia que son abiertamente dogmáticos, por ejemplo, la Deidad del Señor Jesús, su resurrección, su muerte vicaria, su segunda venida, etc. Puntos que son indiscutibles e intransigentes.

Sin embargo, hay temas que no son bíblicos ni menos dogmáticos, por ejemplo, la  realización de reuniones de niños, de jóvenes, etc., pero que de ninguna manera son anti bíblicos, por el contrario, son de provecho para la iglesia. Ahora bien, en estos puntos, defender formas es un craso error ya que lo único que se produce es disensión derivada de la carnalidad y egoísmos de los hombres.

Por consiguiente, descubrimos que defender formas en la iglesia es la muestra más clara de inmadurez y religiosidad. Es la antitesis de la gracia de Dios y la libertad en Cristo. Es poner yugo sobre la cerviz de los hermanos y es enfatizar el envase y la cáscara por sobre el contenido y esencia.

El apóstol Pablo hablando de las formas judías que estaban invadiendo las iglesias fundadas sobre la base de la gracia de Dios, declara:

 “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” Gálatas 3:3

 Esta pregunta retórica de Pablo, esta diciendo, después de haber conocido la imagen misma de las cosas y haber disfrutado de “los principios” de Dios, ¿vais a terminar defendiendo formas nuevamente?.

¡Hermanos! Ya pasó el tiempo en que juzgábamos según los ritos y formas, ahora es el principio que nos convoca; no debemos retroceder hacia los rudimentos de la religión, sino que debemos proyectarnos hacia la madurez en Cristo. Mirar las formas por sobre los principios, nos llevará a la triste práctica de “colar el mosquito y tragarnos el camello”. Pablo agrega algo más al respecto:

 “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo…Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres)” Colosenses 2: 16-22

 El texto es extremadamente decidor respecto al tema tratado.

Aunque el contexto apunta a las prácticas judías, el valor del mismo es perfectamente aplicable a las formas del cristianismo actual.

El mandamiento apostólico apunta a no juzgar en cuanto a formas, y por el contrario, la importancia ha de ser puesta en el fundamento y principio, el cual es Jesucristo. Lo demás es solo sombra.

Pablo argumenta de manera que nos da a entender que defender formas es como si aún viviésemos en el mundo, sometidos a preceptos humanos y a prohibiciones de los hombres que buscan ganarse el favor divino a cambio de buenas obras.

El cristianismo legítimo a diferencia de las religiones, no es un centro de reclutamiento religioso que debe cumplir un inventario de normas, reglas y prohibiciones legalistas. Por el contrario, el legítimo cristianismo es una relación que establece Dios con el pecador en un íntimo lazo paternal y de continua enseñanza y crecimiento. No es el hombre que crece para Dios, sino que Dios es el que da el crecimiento y al madurez.

 ¿Formas V/S Principios?

 Evidentemente que no se trata de una rivalidad entre estos conceptos. Las formas son importantes siempre y cuando estén bajo los principios de Dios. Es decir, yo no leo la biblia por que debo leerla, sino porque quiero leerla. Ahí se cumple la instrucción apostólica que dice:

 “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” Filipenses 2: 13

 Por lo tanto, las formas solo deben ser las consecuencias de los principios, pero jamás la causa u objetivo de los mismos.

Por ejemplo, un niño que tiene como principio el respetar a los adultos, se comportará de “forma” respetuosa con los tales.

Si a este ejemplo le invertimos el orden, tendremos un actor que fingirá respetar, pero que no tiene arraigado el “principio” del respeto.

 Toda organización o sociedad, se reúne en torno a estos conceptos de “formas y principios”. La Iglesia, siendo un organismo cuya cabeza es solo Cristo, también necesita formas y principios.

Las formas son básicamente el acuerdo de los modos o maneras de reunirse, pero los principios son el fundamento de la reunión. De manera que el legítimo celo por Dios no ha de encenderse en la formas, cual fariseos de antaño, sino que en los principios y fundamentos de las escrituras.

 Los defensores de las formas por sobre los principios,  suplantan la gloria de Dios por los méritos de los hombres, suprimen la gracia y desatan las obras y generan esclavitud a aquellos que han sido libertados en Cristo.

 Que la gracia soberana del Señor Jesucristo nos ayude a defender los principios por sobre las formas. Que así sea. Amén.

 PEL2009

Categorías: Estudio

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