“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía” Daniel 1:8

En todos los momentos difíciles que la Biblia relata, aparece un pequeño remanente apartado por la gracia y propósitos divinos, para guardar fielmente la Palabra de Dios.

Este es el caso de cuatro muchachos; Daniel, Ananias, Misael y Azarías, hebreos que llegan involuntariamente al cautiverio de Babilonia (lo que hoy es Irak) bajo el dominio del rey Nabucodonosor.
Estos fueron escogidos por el rey, para servir en su palacio. El los capacitó y les dio puestos de privilegio. Ellos aprendieron las letras y lengua de los caldeos.

Como era la costumbre de los Caldeos, cambiaban el nombre a los prisioneros como muestra de dominio. Así, pusieron a Daniel, Beltsasar; a Ananias, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego (Dn. 1:7)

Lo interesante del relato, es ver las férreas convicciones de estos cuatro jóvenes, que si bien, fueron escogidos por el rey y capacitados por él, pero jamás transaron la verdad en sus corazones.
Fueron mudados sus nombres y su estirpe, pero no su corazón. Daniel y sus amigos se negaron a contaminarse con la comida del rey, aún exponiendo la integridad de su vida. Como resultado de esta muestra de fidelidad, Dios les honra y les preserva para siempre.

Hermanos, cuan cierto y cuan vigentes es este relato para nuestras vidas. A veces nos vemos frente a superiores tipificados en este Nabuco donosor, que nos escogen para funciones de confianza, nos capacitan y nos proyectan a labores reales, pero a diferencia de Daniel y sus amigos, quebramos la fidelidad hacia Dios y nos contaminamos con la comida “del jefe” a cambio de mejor renta o estabilidad laboral. Somos capaces de transar la Palabra de Dios a cambio de la amistad con el mundo y nuestros superiores. Somos capaces de comer su comida y mucho más, a cambio de recibir una caricia mundana en nuestro pelaje.

Amados, los creyentes debemos ser serviciales, NO serviles. Tenemos el mismo Dios que Daniel y sus amigos. El es el que abre y cierra puertas, y el que nos arrebata del horno de fuego. Aprendamos a decirle No al mundo.

PEL2006

 

 

Categorías: Devocional

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