“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” Filipenses 2:12-13

A veces este texto ha sido mal interpretado porque se desvincula del resto de la revelación de las Sagradas Escrituras.
El ocuparse de nuestra salvación “con temor y temblor” no indica ni sugiere la posibilidad de que podamos perder nuestra salvación. Dicha expresión, el apóstol Pablo la utiliza cuatro veces en sus epístolas y es una exhortación a la diligencia en el servicio al Señor.
Jamás dicha frase nos presenta el tema de la condenación del pecado, como si alguna deuda aún está vigente, y que la cruz de Cristo no haya podido saldar.
El pasaje habla de nuestra dedicación en la obra de Dios; esta ha de ser con solicitud, con denuedo y con temor reverente.

Lo interesante de dicha exhortación, es el carácter imperativo. “Ocupaos”. No es una opción, una invitación o una rogativa; es un mandamiento. Aquello nos hace comprender que servir al Señor no parte del intelecto, sentimiento o una auto aprobación, sino que el origen esta en la voluntad.

A veces decimos, no hago esto o aquello porque no me siento bien, no me siento apto, no creo que debo hacerlo, etc. etc., pero lo que Dios dice es absolutamente lo contrario. Servir al Señor y ocuparse en nuestra salvación, no es cuestión de sentimientos, sino que de voluntad.
Jeremías decía “Y yo dije: !!Ah! !!ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” Jeremías 1: 6-7
Cuando Dios llama a un hombre, siempre es para cumplir un propósito soberano, y nosotros no podemos “torcerle la mano” al Creador. Debemos obedecer. No sacamos mucho con caernos al suelo, patalear o decir “soy niño…envía a otro”, porque Dios en su eterna sabiduría ya nos ha señalado y su propósito será, “queramos o no”, cumplido. El problema está en que nos cuesta aceptar que nuestro Dios es Soberano y es él el que hace lo que quiere y no nosotros.
Lo hermoso de la segunda parte del texto, es la operación de la gracia de Dios, porque en definitiva es solo él quien produce frutos en nosotros, es solo él quien produce tanto el querer como el hacer.
Amados hermanos, no nos cuestionemos tanto en servir al Señor. Hagámoslo aunque estemos tristes, debilitados y sin ganas. Aunque no nos sintamos aprobado o apoyados. Tengamos en cuenta que obedecer es cuestión de voluntad y no de sentimiento ni intelecto, y la buena voluntad de Dios producirá frutos para su gloria.

PEL2006

 

 

Categorías: Devocional

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