“La exposición de tus palabras alumbra; Hace entender a los simples” Salmos 119:130

De verdad que sorprende la estructura de los sermones que realizaba nuestro Señor Jesucristo. Y lo curioso, es que lo sorprendente no es lo sofisticado de su retórica, sino que por el contrario, su extremada sencillez.

El nos habló de la puerta, de la vid, de la luz, del pan, de las aves, etc. etc., y cada una de sus aplicaciones encerraban una profundidad extraordinaria en medio de la sencillez. Sin duda, que los fariseos y los escribas; “ teólogos” de la época, quedaban perplejos frente a la sabiduría sencilla, pero a la vez profunda de nuestro Salvador.

El salmo que titula esta meditación, tiene un sello que me impresiona. La Palabra de Dios es luz para los simples o sencillos.
Nuestro Señor Jesucristo, dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” Mateo 11:25

Lamentablemente este patrón de sencillez, legado no por un teólogo, sino que por el Autor de la vida, ha ido perdiendo atractivo, y el mensaje del evangelio ha comenzado a mutar en medio de tecnicismos y hambre de erudición. Es el tiempo de la sofisticación de la palabra de Dios. Es el tiempo de la sobre exposición de palabras intelectuales, de sapiencia solo humana y de términos elevados que el viejo hermano de la banca no puede comprender.

Ya no es apetecible hablar de la Salvación o de la venida del Señor; es mejor dictar cátedras de “soteriología” o de “escatología”, suena mas profesional, mas elevado y mas digno de un teólogo.
Esto no es un comentario en contra de la teología, o de los textos, o de todo estudio sistemático de la Palabra de Dios.
Lo que se pretende, es reivindicar la sencillez de Cristo en los púlpitos. Es crear una conciencia de meditación en nuestros oyentes, quienes desean comprender las escrituras y conocer en mayor profundidad a nuestro Señor Jesucristo.

Amados hermanos, volvamos a la sencillez del evangelio. Retornemos a las palabras simples, pero a la vez profundas de nuestro legítimo y Supremo Maestro, El Señor Jesucristo. Escapemos de esta era de retóricas y elocuencia sofisticada y llena de toda vanidad. La gracia de nuestro Señor Jesucristo nos ayude en esto. Amén.

PEL2006

 

 

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