Una reflexión para no presumir espiritualidad

“…para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí” 2ª Corintios 12: 6b


Todos recodaremos este tremendo pasaje donde Pablo defiende su ministerio ante los insensatos y terribles cuestionamientos que los corintios le hacían. Él presenta un potente argumento en cuanto a la grandeza de las revelaciones que Dios le había dado,  y que lo validaban como un genuino apóstol de Jesucristo. No obstante, Pablo relata esa gloriosa gracia depositada en su vida, revestida de una humildad también gloriosa. Él nunca quería gloriarse a sí mismo, ni presumir espiritualidad. Él relata en tercera persona, aquella experiencia de haber sido traspuesto al “tercer cielo”, pero que sin duda hablaba de él mismo; él dice:

“Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor.  Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe),  que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades. ” 2a Corintios 12: 1-4

 El pecado que aún mora en nosotros, siempre querrá hacernos presumir muchas cosas. No solo en términos materiales; poder, felicidad, orgullo y prestigio terrenal, etc., sino que también presumir espiritualidad. ¿Quién no quiere sentirse más espiritual que los demás? Santiago dice a quien se crea sabio, que muestre entonces con su conducta sus buenas obras en sabia mansedumbre (Santiago 3:13). Es decir, la falsa espiritualidad se puede presumir, pero la verdadera se demuestra con hechos. El resto es solo ruido; o como dijo Pablo “címbalo que retiñe” (1a Corintios 13:1). La verdadera espiritualidad no busca la gloria de los hombres, sino que la de Dios.

Hoy estamos en la  esfera de una cristiandad arrogante y vanagloriosa; y  que además presume espiritualidad. Se habla de manera espiritual, se exponen mensajes de manera espiritual, se opina de manera espiritual, pero cuando esa supuesta espiritualidad ha de ser probada en conducta y obras, se evidencia que solo ha sido una triste, inconsistente y presumida apariencia. No olvidemos que una de las características de los hombres del último tiempo (incluyendo a los cristianos), será precisamente el “amor a sí mismo” (2a Timoteo 3:1-2), por consiguiente, ese amor propio que se maximiza conforme avanza el tiempo final, nos lleva a vanagloriarnos presumiendo espiritualidad.

Por lo tanto, que bien nos hace reflexionar en la persona de nuestro Señor Jesucristo, quien nunca presumió nada. Él nunca se avergonzó de ser hijo (terrenal) de un carpintero (Mateo 13:55), ni ser pobre (Mateo 8:20), ni decir que la doctrina no era de él (aunque en el fondo sí lo era) (Juan 7: 16); porque lo único que él buscaba era la gloria de Dios.

De la misma forma Pablo, llegó a decir que todo lo que él era, lo era por la gracia de Dios (1a Corintios 15-10) y nunca gustó de presumir algo. Al contrario,  quería ser tal cual era, a fin de que  nadie pensara de él más allá de lo que veían u oían de él.

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos ayude a ser tal cual somos y no presumir nada. Que así sea. Amén. Maranata!

PEL 05/2019

Categorías: Devocional

1 comentario

Milagros Navarro · 5 de junio de 2019 a las 14:09

Todo el pan espiritual lo necesito para seguir alimentando mi espiritu y mi relacion con mi Padre Eterno
Gracias por ser vasos del Señor que usa para llevar su Palabra
Dios les bendiga mucho mas mas mas

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